HOMENAJE
Hoy
quiero hablar de mi amigo Z.
La
amistad no es siempre perfecta (no sé por qué he puesto “siempre”, porque más
bien nunca lo es). Y, tal y como decía Sartre, el otro puede convertirse en un
infierno (con bastante facilidad, por cierto). Pero sí es verdad que hay
personas que nos traspasan y que, casi de forma natural, se convierten en
motores y alimento de nuestra existencia. Esto es lo que me ocurre con Z.
Nos
conocemos desde tiempos remotos; incluso me atrevería a decir que épocas. Pues
bien, tengo la certeza de que en todas ellas coincidimos y de que en todas ellas
fuimos colegas. Sí, Z es mi colega, pero no en el sentido más superficial del
término, a saber, aquella persona con la que pasas un buen rato pero la
relación que se establece no supera lo frívolo. No, todo lo contrario, se
trata de colega en el sentido de compañero de vida. Z es esa persona en la que puedo
confiar pase lo que pase; esa persona con la que podría hablar de cualquier
cosa sin sentir en absoluto un juicio o una reprobación, porque él me acepta
tal cual soy y me quiere tal cual soy. Y esto me hace sentir la persona más
afortunada del Universo.
Y, digo más, no solo puedo hablar de todo con él porque no juzgue, sino también porque tiene un nivel de apertura y de bagaje dialéctico espectaculares. Muestra un interés casi innato por casi todos los temas que se le puedan plantear y sus mecanismos metales son de lo más peculiares. Lo mismo puede analizar a la perfección una escena de una película en concreto que crear toda una teoría asociando una ostra con Torquemada (esto es real, esa teoría existe y si algún día se anima a escribirla y me deja, será todo un honor para mí publicarla en este blog).
Y, digo más, no solo puedo hablar de todo con él porque no juzgue, sino también porque tiene un nivel de apertura y de bagaje dialéctico espectaculares. Muestra un interés casi innato por casi todos los temas que se le puedan plantear y sus mecanismos metales son de lo más peculiares. Lo mismo puede analizar a la perfección una escena de una película en concreto que crear toda una teoría asociando una ostra con Torquemada (esto es real, esa teoría existe y si algún día se anima a escribirla y me deja, será todo un honor para mí publicarla en este blog).
Pero si
algo caracteriza a Z es, sobre todo, su generosidad. Pocas personas he conocido
en mi vida con esta cualidad tan acentuada. Y es que su generosidad nace de un
desinterés y de una autenticidad tal que la convierten en algo absolutamente
desbordante. Siento que podría pedirle cualquier cosa y tener el convencimiento
total de que, si está en su mano, me la va a brindar sin reservas. ¿Hay algo
más precioso y preciado que esto?
Por
último, sólo me queda decir: Z, mi colega, mi compañero y mejor amigo,
te quiero, en esta y en todas las épocas.
Para ser la última letra del abecedario no está mal, la quieres, no se puede negar.
ResponderEliminarSaludos
¡Hola, Emilio Manuel! Efectivamente, es innegable. ¡Un fuerte abrazo!
EliminarQué declaración de amistad más hermosa. Disfruta de este buen amigo. Sólo nos queda leer la teoría que asocia a Torquemada con la ostra. Saludos.
ResponderEliminar¡Hola, Juli! Le insisto en que la desarrolle por escrito, pero de momento no hay manera. ¡Un fuerte abrazo!
Eliminarme gusta el inicio porque te he contestado eso mismo en voz alta, la amistad no debe ser perfecta, tiene sus momentos buenos y sus momentos malos.. pero cuando haces el balance, siempre cuadra.
ResponderEliminar¡Hola, Beauséant! Cierto, y si no cuadra supongo que la amistad se termina, cosa que también pasa de vez en cuando. ¡Un fuerte abrazo!
EliminarQué suerte tener un amigo así. Un saludo
ResponderEliminarSí, es toda una suerte, la verdad. ¡Gracias por comentar, Susana!
Eliminar