ESTALLIDO


Mi mayor desbordamiento, aquel en el que me convertí en algo monstruoso, grotesco y casi sobrenatural, ocurrió unos cinco o seis años después de que mi pareja, P., y yo comenzáramos nuestra relación. Durante esos años, sus padres habían seguido con su boicot sistemático que consistía sobre todo en ignorar nuestra relación y en poner malas caras cuando P. me nombraba o nombraba algo relacionado con lo nuestro. Esto tenía unas repercusiones brutales en P., que aún no había podido superar el rechazo de sus padres y que encima se esforzaba por recuperar su amor. Sus esfuerzos eran titánicos, y sistemáticamente se topaba con la misma pared; por mucho que hiciera, nunca conseguía nada de nada. Y eso le pasó factura.

Se acercaban las Navidades y unos familiares de P. estaban en la ciudad visitando a mis suegros. Estos, cual viles traidores, les habían contado una mentira para que no supieran que nuestra relación existía. Y P. no se sentía con fuerzas para desmentirla; igual que no se sentía con fuerzas para verles y tener que representar un paripé. Este ocultamiento de sus padres y el hecho de que P. no lo refutara, fue demasiado, de tal forma que, un día, cuando estaba tomando algo con unos amigos, se empezó a encontrar mal. Yo estaba en casa y una amiga suya me llamó para pedirme que fuera hacia allí, porque P. no se encontraba bien. Cuando llegué, su cara estaba pálida y con expresión de angustia profunda. Decía que tenía palpitaciones y que no podía respirar bien. Creía que le estaba dando un infarto. Yo no me asusté porque sabía que no era eso ni mucho menos; tenía claro que de lo que se trataba era de una crisis de ansiedad en toda regla. Fuimos a urgencias y, efectivamente, el médico confirmó la crisis. Le enchufaron una dosis de valium, le dieron ciertas recomendaciones y nos fuimos a casa. 

Al día siguiente, P. no pudo ir a trabajar y su médico de cabecera le dio la baja laboral por depresión. En total estuvo tres meses sin ir al trabajo. Tres meses que supusieron un antes y un después en lo referente a la relación con sus padres. O eso pensaba yo.

Recuerdo que habló con ellos por teléfono y después de contarles su crisis de ansiedad y su depresión, les instó a que las cosas cambiaran. Era la primera vez desde hacía muchos años que hablaba explícitamente de lo nuestro y que les pedía que cambiaran de actitud. Su respuesta fue desoladora. No estaban dispuestos a cambiar un ápice, a pesar de lo que estaba suponiendo para P. Les importaba una mierda y lo único que se les ocurrió decir fue que a lo mejor se encontraba en ese estado porque las cosas no estaban funcionando conmigo. ¡ODIO MÁXIMO! Impresionante su cerrazón y su egoísmo. Incapaces de aceptar que se estaban equivocando y que le estaban haciendo un daño casi irreparable, preferían quedarse en sus trece e ignorar su incompetencia como padres. 

Después de aquello P. abrió los ojos y decidió cambiar de actitud. A partir de ahora iba a cuidarse y a aceptar el hecho de que sus padres no eran como creía. Lo primero que hizo fue apuntarse a terapia, cosa que le ayudó bastante porque consiguió redefinir el concepto que tenía de sus padres y a establecer con ellos una relación más equilibrada. Superó su depresión con un par y se volvió a encontrar con fuerza para llevar a cabo su vida. Nuestra relación no se resintió en absoluto sino todo lo contrario; se fortaleció enormemente. Y ya no existía ninguna expectativa con respecto a sus padres; simplemente sabíamos que la aceptación nunca llegaría y no nos importaba. 

Pero, un año después de esto, se produjo mi desbordamiento, mi fatal desbordamiento, ese que nunca ha cesado desde entonces y que me ha creado problemas serios con mi pareja y con mi entorno en general. Todo se desbordó un cálido día de verano y, como suele pasar en estos casos, en realidad fue por un acontecimiento en apariencia poco significativo; la cuestión estuvo en que no supe gestionarlo adecuadamente. 

Como era de esperar, mis suegros seguían con la misma actitud y no había existido en ellos ni un mínimo avance. Pues bien, se iban de crucero desde Barcelona y tenían que coger un avión hasta allí a horas intempestivas (creo recordar que su vuelo salía a las cinco de la mañana). Como a esas horas no había transporte público y era difícil encontrar un taxi, decidieron pedirle a P. que se levantara de madrugada para llevarles al aeropuerto. ¿Qué pensáis que les contestó? Para mí la única opción posible era la de decirles que no, que lo sentía mucho pero no tenía sentido hacerles ese favor después de que hubieran dejado claro que no pensaban cambiar ni un ápice su actitud de rechazo y ninguneo. 

Pero P. no les dijo que no; al día siguiente se levantó de madrugada y les llevó al aeropuerto. Y yo ardí, me quemé por dentro para convertirme en ese instante en algo distinto, nuevo, peor y más sórdido. No entendí en absoluto ese gesto. ¿Te sacrificas por hacerles ese favor cuando ellos no te dan absolutamente nada, que digo nada, más bien te dan lo peor que tienen? Para mí fue un símbolo evidente de que nada se había superado, de que las cosas seguían igual que antes y de que, por tanto, la connivencia con sus padres se mantenía intacta. No pude más; reventé de lleno y toda mi indignación salió despedida como si de un torrente se tratara. Me rompí por dentro y no pude volver a componerme. No lo entendí, no lo entendí en absoluto. De hecho, me pareció una locura total y un completo retroceso en todos los avances que P. había logrado. 

Hay que entender que yo partía de la idea de que si a mí me hubiera pasado algo parecido con mis padres, lo primero que hubiera hecho sería dejar de hablarles y de verles. No aceptáis la decisión que he tomado de estar con esta persona y encima me faltáis al respeto de un modo inimaginable, pues a tomar por culo; hasta que no entréis en razón no vais a tener noticias mías. Aun así, entendí que P. no hiciera eso, por el tipo de relación previa que tenía con sus padres y porque, oye, al fin y al cabo, no todas las personas somos iguales ni reaccionamos igual. Pero que hiciera como si no pasara nada después de todo el desprecio, el ninguneo, las malas caras, las mentiras… Me pareció una traición, una estafa. Y estallé. 

¿Así que las cosas iban a estar como siempre? Pues yo no, señores, yo no. Porque yo ya no era la persona de siempre. Todo el dolor y el sufrimiento causados por tantos años de desprecio, me habían cambiado. MUCHO. Y es que, me parecía insano; no tenía ningún sentido para mí que las cosas se normalizaran y que mi pareja actuara como si no hubiera pasado nada de nada. ¡Era de locos! Un desvarío completo que no me encontraba en disposición de aceptar. Así que me convertí en La Masa, y comencé a destruirlo todo a mi paso (metafóricamente). 

En próximas entregas, mis destrucciones más propias.

Comentarios

  1. Oh, te leo y siento un cansancio psíquico terrible, pero no por como escribes, al contrario, eres muy buena relatando, sino por lo que desgasta la situación. Si tu pareja sólo ha tenido una crisis de ansiedad es toda una heroína. Yo estaría consumida. En fin, la vida hay que seguir escalándola. Piolet, crampones y hacia la cima. Un abrazo.

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    1. ¡Hola Juli! Sí, la situación desgasta mucho y, bueno, por desgracia P. ha tenido muchas crisis de ansiedad, aunque es verdad que la que he descrito fue la más gorda y no hubo más como esa. ¡Me encanta tu analogía! Seguiremos escalando. ¡Un besazo!

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  2. Entiendo la frustración que debes sentir ante esta situación. Y también entiendo (porque lo he vivido de cerca) que los padres son los padres y que no es fácil cortar los lazos que nos unen a ellos, aún sabiendo los grandes errores que cometieron.
    En fin, las relaciones humanas son tremendamente complejas. Solo espero que con el tiempo las cosas se vayan calmando y podáis llegar a una convivencia mejor. Lo sé, no es fácil.
    Un abrazo y ánimo.

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    1. ¡Muchas gracias Mrs. Sofía! Por fortuna, en la actualidad las cosas sí que están mucho más calmadas. Tienes toda la razón cuando señalas que no es fácil cortar los lazos con los padres. Es una cosa que he ido aprendiendo y asumiendo a lo largo de los años. Y, fíjate, que aún me resulta muy sorprendente comprobar cómo el dolor no es una razón suficiente como para terminar con dichos lazos. ¡Un fuerte abrazo!

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  3. Vengo de leer tu anterior post y este y ¡Dios mío!! Suerte que mis padres no reaccionaron así... Debe ser durísimo, tanto para ti como para P.
    No me extraña que te desbordaras y te convirtieras en La Masa! Yo estaría consumida.

    Muchos ánimos! estararemos pendientes de las próximas entregas...

    Abrazos :)

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    1. ¡Hola Hiro! ¡Qué gusto volver a leerte! Muchas gracias por los ánimos. Me alegro un montón de que tus padres no reaccionaran así, porque el rechazo de la familia es devastador. Un besazo enorme.

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  4. ¡Hola!

    La verdad es que no se qué decirte. Entiendo a P. y te entiendo a ti. Será porque soy Libra. :P

    Lo que es seguro es que estoy toda intrigada y aunque no comente, te leo siempre.

    Para estos momentos de desbordamiento mi amiga Sus tiene un método: respiras hondo y dices en voz alta: "Soy un junco hueco, soy un junco hueco". Funcionar no te creas que funciona mucho, pero a mí siempre me ha hecho mucha gracia y la risa es siempre una gran terapia. ;)

    Un abrazo.

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    1. ¡Hola Patricia! Jajaja, me encanta el método de tu amiga Sus. No sé si evitará el estallido, pero unas risas seguro que me echo. ¡Así que eres libra! Qué bien, ese es mi ascendente y creo que a veces rige más que mi signo primigenio. Muchísimas gracias por leerme y un besazo enorme.

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  5. Buen post, como siempre.

    Lectura recomendada en estos casos: Alice Miller.

    Un abrazo.

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    1. ¡Hola Hugo! ¿Me recomiendas alguna obra en particular de Alice Miller? He estado mirando sus libros y todos me parecen fascinantes, pero quizá haya alguno que sea más pertinente en este caso. Por cierto, ¿qué tal va tu nuevo libro? Estoy deseando leerlo. ¡Un fuerte abrazo!

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    2. Ahí me pillas, je... Solo he leído El cuerpo nunca miente (el primero que leí y el que le regalé a mi hermano) y La llave perdida (este me ayudó para entender mejor a Nietzsche), pero al no haberlos leído todos no te sabría decir... Quizá el primero :o)

      El "libro" Historia del arte para feministas, aunque no está terminado, decidi subirlo hace unas semanas a Dropbox, accesible a través del blog. Pero en general la cosa está muy parada desde hace meses. El de Nietzsche también. Ahora estoy más centrado en la compraventa de libros de viejo para sacarme unos eurillos y para hacerme una buena biblioteca ;)

      Un abrazo desde Alicante!

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    3. ¡Gracias Hugo! Probaré con el primero, que tiene muy buena pinta. ¡Anda, qué buena noticia que ya esté subido el libro! Investigaré en tu blog para encontrarlo. Un fuerte abrazo y suerte con la biblioteca.

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  6. A veces solo necesitamos un mínimo para saltar, eso que decimos la ultima gota que rebosa el vaso...esa que a simple vista carece de importancia ( solo parece)pero que ya nos supone llegar a un punto de inflexion y decir: basta...no hay más, explotamos y ...es comprensible cuando nos van cayendo una trás otra y cedemos..callamos y pasamos por alto...pero un día sin darte cuenta....NOS DESBORDAMOS.
    Seguire pendiente de tu historia..
    Un beso

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    1. ¡Hola Noor! Exacto; cuando se está al borde del abismo, con una sola chispita todo puede saltar por los aires. Es lo que me pasó con lo del aeropuerto. ¡Gracias por estar ahí, pendiente de mi historia! Es todo un honor saber que te interesa.

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  7. Qué difícil opinar sin saber todos los puntos de vista y los hechos concretos que han propiciado esa situación. Solo decir que no soy partidaria de dejar de hablar a los padres, aunque no acepten a nuestra pareja.
    Un beso, D. P.

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    1. ¡Hola Ángeles! Me parece muy razonable tu postura. Según mi perspectiva, creo que el rechazo y la intolerancia sí son dos razones fundamentadas para cortar la relación con los padres. En nuestro caso, no se trata sólo de que los padres de P. no me acepten a mí, sino que tampoco aceptan a P. Y su actitud ha sido tan hostil que sí me parece suficiente como para dejar de hablarles. Pero, ya te digo, esto según mi perspectiva. ¡Un fuerte abrazo!

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    2. Claro que el rechazo y la intolerancia podrían ser motivos, pero para emitir una opinión correcta y no precipitarme necesitaría hechos objetivos que me demuestren que ha habido tal rechazo. A una persona prudente en su juicio no debería bastarle solo las impresiones subjetivas de quien le cuenta la historia, si no se apoyan en hechos o situaciones concretas (sin introducir valoraciones emotivas). Eso sí quieres del lector una opinión justa.
      Un fuerte abrazo, D.P.

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    3. Te entiendo y me parece una postura muy sabia. Además, con lo vehemente que suelo ser a la hora de relatar un desbordamiento, no me extraña que no tengas datos objetivos suficientes. Tu prudencia me parece una gran virtud. ¡Besos!

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    1. ¡Muchas gracias, MuCha! Es un placer que te hayas pasado por aquí. ¡Un fuerte abrazo!

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  9. ¡Hola DP!
    Qué bien transmites lo que sientes. En serio. ¡Me fascina! He podido sentir el agotamiento mental que toda esa situación supone. Tengo ganas de seguir leyendo y descubriendo qué pasó, qué hiciste, cómo te lo tomaste. En cuando a lo del aeropuerto a las 5 de la mañana, veo que es un clásico. Ese tipo de favores son los que demuestran quién están ahí de verdad. Entiendo que, dadas las circunstancias, te enfadaras tanto.
    Mucho ánimo, y mucho amor para vosotrxs.
    P.

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    1. ¡Hola P.! ¡Muchas gracias! Sí, totalmente, son los típicos favores que desvelan el compromiso que tienes con el otro. Reconozco que se me fue un poco la pinza por enfadarme tan desproporcionadamente, pero estaba al límite de mi capacidad de tolerancia. ¡Muchos besos!

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  10. Estoy con Ángeles es difícil dar una opinión cuando no se conocen todos los puntos de vista.
    Las relaciones familiares a veces resultan muy complicadas y difíciles de entender y provocan mucho dolor en todos los implicados.
    Hay una frase que intento aplicarme relacionada con que cuando suben las emociones, bajan las inteligencias, es importante recordarnos que no son buenas consejeras.

    Un saludo DP

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    1. ¡Hola Conxita! Muy interesante la frase/recomendación. La tendré en cuenta para próximos desbordamientos. ¡Un fuerte abrazo!

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  11. Entiendo lo que dices de estar "en el mismo punto" que antes de todo el sufrimiento. Hay ocasiones o situaciones que propician una vuelta al punto de partida, y yo creo que es porque, en el fondo, se asimilan aparentemente las cosas pero no a fondo, y a la mínima, se "recae". Es por ello que comprendo tu indignación, pero convertirte en la Masa tampoco creo que fuese la solución, ¿no crees, D.P.?
    Un beso muy fuerte y mucho ánimo.

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    1. ¡Hola Chelo! Sí, creo que tienes toda la razón; en el fondo, no había asimilado de verdad la situación y por eso me comporté de esa forma. Estoy muy de acuerdo en que convertirse en La Masa no es la solución en absoluto. De hecho, incrementa el problema notablemente. ¡Muchos besos!

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  12. Interesante Blog, en pocos escribo un comentario.
    Creo que sencillamente y sin dar mas vueltas, es que quieres a P, te preocupas por ella y se lo demuestras aunque sea demostrando tus sentimiento en modo destruccion.
    Yo hubiera echo lo mismo, como quiero a mis padres hubiera tropezado en la misma piedra, tres veces, cuatro ... les quiere y yasta. Amores no correspondidos, un@ hij@ necesita de familia.

    Me senti identificado con P., por eso creo que la entiendo y al mismo tiempo tambien a ti, por que tambien dije hasta los "mismisimos estoy ya". Y lo cumplí.

    Saludos y ójala pases página de un momento puntual y sentimental, tienes pareja, sientente afortunado (y orgulloso ;-)

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    1. ¡Muchísimas gracias por tu comentario, Carlos! Acabo de descubrirlo y me ha encantado, porque siento que entiendes a la perfección lo que nos pasa a P. y a mí. Espero que, en tu caso, todo saliera bien cuando dijiste "hasta los mismísimos estoy ya" y te quedaras a gusto. ¡Un fuerte abrazo y pásate cuando quieras por el blog!

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