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Mostrando entradas de junio, 2017

ORGULLO

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Hoy hago un paréntesis en la serie de entradas dedicadas a mis suegros para comentaros un desbordamiento reciente. Estaba leyendo el periódico y me encuentro con el comentario de un socio publicado en una de las noticias que hablaban sobre las actividades de la semana del Orgullo. En él decía que a qué viene tanta reivindicación, que si no nos damos cuenta de que uno, si se siente bien consigo mismo, no necesita llamar la atención como lo hacemos nosotros, que era un completo despropósito.  Aunque este señor se expresaba con bastante crudeza y ranciedad, creo que esta creencia, un poco más suavizada, la conserva aún gran parte de la población. Y a mí me exaspera y me genera un hartazgo inusitado. ¿De verdad todavía hay gente que cree que las personas que pertenecemos a la comunidad LGTBIQ tenemos una especie de complejo de inferioridad causante de que necesitemos soltar a los cuatro vientos que nos sentimos orgullosos de ser como somos? ¡Bufff, qué grave error!  Explicar

ESTALLIDO

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Mi mayor desbordamiento, aquel en el que me convertí en algo monstruoso, grotesco y casi sobrenatural, ocurrió unos cinco o seis años después de que mi pareja, P., y yo comenzáramos nuestra relación. Durante esos años, sus padres habían seguido con su boicot sistemático que consistía sobre todo en ignorar nuestra relación y en poner malas caras cuando P. me nombraba o nombraba algo relacionado con lo nuestro. Esto tenía unas repercusiones brutales en P., que aún no había podido superar el rechazo de sus padres y que encima se esforzaba por recuperar su amor. Sus esfuerzos eran titánicos, y sistemáticamente se topaba con la misma pared; por mucho que hiciera, nunca conseguía nada de nada. Y eso le pasó factura. Se acercaban las Navidades y unos familiares de P. estaban en la ciudad visitando a mis suegros. Estos, cual viles traidores, les habían contado una mentira para que no supieran que nuestra relación existía. Y P. no se sentía con fuerzas para desmentirla; igual que no se

EL ORIGEN

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Desbordamiento, no, lo siguiente. ¿Qué sería lo siguiente? ¿Inundación, diluvio, torrente? Podría ser cualquiera de esas cosas o, mejor aún, TODAS JUNTAS.  En apariencia, siempre he sido una persona muy tranquila. A excepción de algún que otro estallido iracundo en mi infancia, y alguno que otro más en mi adolescencia, nunca he acostumbrado a desbordarme. Siempre he mantenido la calma y he superado la indignación y el malestar con otros mecanismos que nada tenían que ver con la rabia.  Sin embargo, en un momento de mi vida mi indignación fue tal que los mecanismos que me habían servido hasta entonces, dejaron de hacerlo. Me saturé de irritación hasta límites insospechados. ¿Por qué? La respuesta: mis suegros. Llevo más de diez años con mi pareja, P. Y desde el momento en el que se enteraron de lo nuestro, lo odiaron. ¿La razón? Me consideraban una persona depravada, peligrosa, profundamente inadecuada. Y, por haberme escogido y amarme, mi pareja sufrió un desprecio