DESALMADOS NUNCA FALTAN



El desbordamiento de hoy ha sido espectacular. Tengo una amiga que trabaja como personal no docente en un centro educativo desde hace dos años y medio. Me reservo a dar el nombre, porque no quiero perjudicar a mi amiga mientras siga trabajando allí, pero en cuanto lo deje, lo publicaré. En principio el hecho de que consiguiera ese trabajo fue una noticia estupenda (ninguno sospechábamos que se convertiría en su peor pesadilla), porque la actividad a desempeñar en el mismo no parecía nada desagradable y, además, estaba bien pagado. 



Desde hace tiempo, ella no había conseguido un trabajo estable; ha ido encadenando distintos contratos temporales asociados a su discapacidad. Porque, sí, mi amiga tiene una discapacidad; es albina y aunque parezca que el albinismo sólo conlleva la despigmentación de la piel, no es así en absoluto. También afecta a la vista, de tal forma que la limita bastante (http://www.albinismo.es/). Mi amiga, por ejemplo, tiene un déficit visual del 60%. Como es obvio, esto supone una gran desventaja para insertarse en el mundo laboral, por eso el Estado, en un honroso intento por fomentar la igualdad de oportunidades, ofrece gratificaciones a las empresas que apuesten por contratar a personas con algún tipo de discapacidad. En su caso, esta fue la principal razón por la que la contrataron. Por descontado que mi amiga es lo suficientemente competente como para desempeñar el puesto que ahora ocupa y doy fe de que no solo cumple con su deber, sino que lo borda; pero no la contrataron por eso. La contrataron para poder percibir la gratificación estatal. ¿Que, por qué lo afirmo tan taxativamente? Juzgad por vosotros mismos.



Los seres que trabajan con ella (no considero que merezcan la designación nominal de “personas”), son todos afines a la secta. Me explico. El centro docente es de corte católico. En principio esto no tendría que suponer ningún problema; hay centros e instituciones católicas en los que los trabajadores son de toda índole y condición, y no pasa absolutamente nada. Es más, suele ser considerado una riqueza. No es el caso. Todos los trabajadores no profesores de este centro son el amigo de, la mujer de, el sobrino de…, de tal forma que se ha constituido una siniestra red de influencias, donde lo diferente no encaja, o más bien, donde lo diferente es despreciado. 

Claro, imaginaos qué pinta ahí mi amiga, una mujer albina, que no es católica ni entra por enchufe y que, además, es lesbiana. Desde el primer momento sus compañeros la ningunearon y la arrinconaron. Hoy me contaba cómo ha tenido que aguantar comentarios despectivos proferidos de forma sibilina, a los que a veces no podía ni replicar porque los expresaban a sus espaldas de forma soterrada sin que ella pudiera identificar al autor de los mismos. Y cómo ha tenido que reprimir sus ganas de matar cuando, no sólo la despreciaban a ella, sino que también arremetían contra cualquier alumno que marcara la diferencia tanto sexual, como racial y culturalmente. Y esto hasta que, no sabemos cómo, se enteraron de que era lesbiana. Imaginaos qué cariz tomaron los comentarios en ese punto. Desde: “No, no te molestes, si a esta le gustan las almejas”, hasta “¡Me ha tocado el culo!”. Un caso de bulling laboral en toda regla. 



Lo peor de todo es que ni siquiera puede contárselo a su jefe, porque es connivente con la situación, ya que su mujer, que es compañera de mi amiga, es la que más comentarios despectivos profesa. Así que, está atrapada. Por una parte, no la aceptan por sus diferencias y es obvio que no quieren que esté allí, pero, es que, por otra parte, no quieren despedirla, porque las ayudas del Estado les benefician enormemente. Unos desgraciados, vaya. 


Y yo me pregunto, ¿por qué hay gente así? ¿Alguien me lo puede explicar, por favor? ¿Qué hace que una persona sea cruel con otra y la discrimine? Me encantaría saber vuestra opinión. Aunque, en este caso es un grupo de personas y supongo que el efecto comportamiento de grupo influye mucho. Mi amiga se ha convertido en una especie de chivo expiatorio. El caso es que lo que seguramente haga ella, según me ha comentado hoy, sea darse de baja voluntariamente en junio. Todos la hemos animado para que así sea y confiamos en que no vuelva a tener una experiencia tan desagradable como esta. Yo, hasta que no lo deje, seguiré ardiendo por dentro.

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