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Mostrando entradas de 2017

LA CARTA IMPOSIBLE

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Queridos suegros: Ha pasado más de un año desde que llamasteis a P. para darle la gran noticia. Permitidme que lo llame así, porque para mí el hecho de que por fin aceptarais a P. y nuestra relación, fue todo un hito, una alegría inmensa que había estado esperando desde hace ya mucho tiempo. Bueno no, no voy a engañaros; en realidad ya no lo esperaba. Lo esperé durante años, pero en vista de que no ocurría y de que, de hecho, en vez de avanzar en este sentido, muchas veces se produjeran retrocesos, dejé de esperarlo. Psicológicamente me resultó mucho menos doloroso rendirme a la evidencia de que ese día nunca llegaría, a seguir pensando que sí lo haría.  La verdad es que sentí muchas cosas cuando P. me lo contó. Entre felicidad, desconcierto, miedo, contrariedad… Una confluencia de emociones que se arremolinaban inundándolo todo. Y más aún pasadas unas semanas, cuando me dijo que le habíais pedido perdón. Me pareció un gesto valiente, a la vez que un mínimo absolutamente i

AMIGOS DE VERDAD

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Situación: grupo de wasap donde somos cinco amigos. Por los ajetreos de la vida, no nos vemos mucho y esta es nuestra manera cotidiana de comunicarnos.  Desbordamiento: una de las amigas del grupo sólo escribe cuando necesita algo. Si no, el resto del tiempo, salvo raras excepciones, no contesta a los mensajes.  Yo ya tenía la sospecha de que esto era así, pero aún no lo había confirmado, bien porque me costaba creerlo, bien porque no había encontrado la prueba que lo evidenciara de forma definitiva. Pero ayer ocurrió; la sospecha se convirtió en certeza. De repente, después de no escribir en el grupo durante varios días ni interesarse por ninguna de las circunstancias personales de las que estábamos hablando, inició ella una conversación. Resulta que tenía que prepararse un taller y nos pedía materiales y opinión sobre los temas polémicos que pudieran surgir. Qué casualidad...  Sí tenía materiales para su taller y sí se los pasé; no me sale hacer otra cosa. Pero me pr

EL MILAGRO DE THE CLAMS

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Partamos del hecho de que soy una ameba. Esto quiere decir que cuando voy a un concierto, como mucho, muevo la cabeza hacia delante y hacia atrás en un sutil balanceo casi imperceptible. Es mi tope; mi límite máximo de movimiento corporal admisible. O eso creía... Era de noche, una agradable noche de otoño, de esas en las que te entran ganas de prolongar tu existencia porque la belleza del momento te embarga y piensas que toda tu vida podría ser igual que ese instante. Ilusión pura, que suele desvanecerse con una facilidad de vértigo. De momento, no se había desvanecido, permanecía intacta y envolvía el transcurrir de cada segundo. Se acercaban las once y mis amigos y yo nos dirigimos al Tempo Club, donde esa noche tocaban The Clams. Una amiga me había hablado de forma muy entusiasta acerca del grupo y había tenido el detalle de invitarnos al concierto para que pasáramos, según sus palabras, "el mejor momento de nuestro día". Yo, persona escéptica de nacimiento

BLOQUEO

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Durante mucho tiempo he sufrido un bloqueo muy persistente. Ha durado años (más de diez) y aún no lo puedo dar por terminado, pues algún que otro día especial, en el que parece que el sentido de las cosas brilla por su ausencia, todavía puedo sentir sus efectos. El bloqueo consiste básicamente en la imposibilidad de llevar a cabo acción alguna. Dicho de otra forma, en no poder hacer nada.  Matización: con “nada” me refiero a aquello que, por obligación externa o interna, debería hacer. Por obligación externa entiendo cualquier imposición que viene de fuera, como, por ejemplo, el realizar las tareas que me exigía mi trabajo. La interna sería toda imposición que viene de dentro; aquí los ejemplos son múltiples, porque se trata de cualquier tarea que mi propio yo me requiera, como leer un libro o limpiar el baño.  El caso es que mi mente, sin que yo pueda controlarla, comienza a transmitirle a mi cuerpo que no se mueva. Es algo involuntario que me domina. Los mensajes que le

¿SOCIALES POR NATURALEZA?

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El otro día escuché en el telediario que la soledad se había convertido en una de las principales causas de muerte entre las personas mayores. En la noticia daban por hecho que en nuestro ADN se encontraba la necesidad de estar con los otros, de tal forma que su ausencia nos afectaba seriamente a la salud. Luego seguí viendo las noticias y esto me pareció muy pero que muy cuestionable, la verdad. Guerras, corrupción, incendios provocados, atentados, intolerancia, incapacidad para el diálogo. Eh..., ¿en serio está en nuestra naturaleza el gusto por estar con nuestros semejantes?  Aquí hay algo que falla... Lo curioso es que, a lo largo de la historia, han sido muchos los filósofos que han defendido que sí somos sociales por naturaleza, es decir, que sí nos sentimos naturalmente inclinados a juntarnos con otros seres humanos. Pero, no sé, la experiencia cotidiana siempre me ha hecho desconfiar de sus argumentos (a pesar de que la mayoría de ellos son bastante consistentes). 

¿EL PERDÓN?

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Cumpleaños de P., uno de los mejores días de mi vida. Suena el teléfono. Lo coge P.; son sus padres. Habla durante un rato con ellos, un rato bastante largo. No parece una felicitación al uso.  Cuando cuelga le pregunto qué tal y me dice que bien, que sus padres le han dicho que lo sienten, que quieren normalizar la situación. Me han invitado a comer. Yo, evidentemente, no voy; antes tienen que resolver entre ellos tantas cosas...  Así que, se va P. a comer con ellos. Y cuando vuelve, me cuenta la conversación. Le han pedido perdón por todo, han reconocido lo mal que lo han hecho y más o menos le han explicado por qué actuaron así. Quieren que las cosas se arreglen y podamos tener una relación normalizada. Para ello se comprometen a restablecer la confianza perdida con P.  Yo me alegro mucho, pero desconfío enormemente y pongo mis condiciones. Yo también necesito tener una conversación a fondo con ellos. P. me pone pegas; no quiere alterar algo que, por ahora es tan fr

TRISTEZA PLANETARIA

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A veces me siento como una canción de Los Planetas: Si está bien  (Súper 8) Y si todo va tan bien, si todo va tan bien, ¿por qué este dolor que siento? Y si todo va tan bien, si todo es tan sencillo, ¿por qué este vacío que siento? Si está bien, si está bien, si es tan fácil, ¿por qué duele así por dentro?  Parte de lo que me debes  (Una semana en el motor de un autobús)  Cuántas veces lo intenté y no sirvió de nada. De un millón de formas lo intenté y no sirvió de nada. ¿Lo has sentido alguna vez? ¿No echas de menos algo? ¿Te has arrepentido alguna vez de haber tenido y de no haberlo dado? Septiembre me está cayendo como un jarro de agua fría. Me siento muy zombie últimamente . Me invade una tristeza inusitada que creo que no tiene referente, es decir, si alguien me pregunta qué me pasa, no tengo respuesta. Podría indicar miles de cosas a la vez que sé que ninguna de ellas es la verdadera causa de mi malestar. N

REGRESO AL PASADO

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Durante gran parte de mi vida, he tenido la fantasía de dar marcha atrás en el tiempo para poder vivir otra vez el pasado y así cambiar a mi gusto todo lo que considero que debería haber hecho de otra forma. Me torturan los fallos que he cometido y todos esos deslices que ya no tienen solución, y la idea de volver para arreglarlos me genera una satisfacción brutal. Sé de sobra que esto no sería posible, no sólo porque los viajes en el tiempo son (de momento) pura ciencia ficción, sino porque, en el hipotético caso de que pudiera regresar al pasado, el mínimo cambio que hiciera en él, provocaría una serie de causas y efectos que modificaría todo, de tal forma que ya no sería como lo viví la primera vez. Así que, sólo podría hacer un único cambio; lo demás sería distinto (cuantísimo le debo a Regreso al futuro).  Hay también otra interpretación de estos viajes imposibles. Muchos sostienen que, si volviéramos a vivir nuestras vidas, cometeríamos exactamente los mismos errores,

LA CONFIANZA DA ASCO

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Hay algo en mi vida que me avergüenza profundamente; es una mácula con la que tengo que lidiar y que aún no he conseguido borrar del todo. Cuando era más joven (digamos que a los dieci pocos), tenía clarísimo que a mí jamás me pasaría lo que, supuestamente, decía todo el mundo que ocurría inevitablemente en la relación con los demás: que cuanto más conoces a alguien y más confianza tienes con él o con ella, más te permites el lujo de faltarle al respeto, vamos que, como reza el título de esta entrada, la confianza empieza a dar un ascazo del copón.  Pues bien, yo siempre juré y perjuré que a mí no me pasaría eso. Me parecía inconcebible que pudiera empezar a tratar con menos respeto del debido a alguien a quien quisiera. ¿Por qué iba a hacerlo si era un ser querido? ¡No tenía ninguna lógica! De hecho, me parecía más coherente que mi trato no fuera tan amable o tan correcto con personas por las que no sentía ningún afecto. Pero, ¿por mis seres queridos? IMPOSIBLE. Hasta que com

DEL MITO AL CHASCO

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Hay varios relatos míticos de cómo los niños vienen al mundo. Que si la cigüeña, que si crecen dentro del estómago después de que te tragues un hueso de aceituna, que si surgen cual setas de debajo de una col (este es el que más me gusta; de hecho tengo el convencimiento de que yo vine al mundo de esta forma; de ahí mi afición por los vegetales)… Parece todo tan fácil y tan idílico en ellos… Una mierda pinchá en un palo. Tener hijos es lo más difícil del mundo. Cuando me enteré de las probabilidades de concebir mi sorpresa fue enorme; ¡sólo un 25% a partir de los 30 años! ¿En serio? Me pareció de coña. Y si a eso le sumas el hecho de que no es fácil identificar los días en los que es más propicia la concepción, la cosa está jodida.  P. y yo lo llevamos intentando tres años y no ha habido manera. Al principio, no había forma de que se diera el embarazo. Y luego, cuando sí lo hubo, no salió adelante. Una de las peores cosas que me han pasado en la vida ha sido vivir el aborto de

ENCRUCIJADA

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¿Qué se hace cuando tu pareja quiere tener hijos y tú no? Es uno de esos temas peliagudos con difícil solución. Bueno, básicamente creo que hay dos opciones: 1. Dejar la relación. 2. Tener un hijo. Yo me he decantado por las dos. Parece imposible, y lo es si las dos se dan juntas; pero no si haces primero una y después la otra.  Cuando se nos planteó esta diatriba, estábamos en un momento de la relación muy complicado. Como ya os he comentado en entradas anteriores , las consecuencias que tuvo el desbordamiento provocado por mis suegros fueron nefastas, y una de ellas fue que P. y yo rompiéramos. Pero esta no sólo fue la causa de nuestra ruptura; también lo fue nuestra discrepancia en el tema de tener o no hijos. Yo no quería y P. sí. Entre eso y que yo estaba en un momento de mi vida incompatible con el contacto íntimo con cualquier ser humano que se precie, decidimos dejarlo por un tiempo.  Fue duro, muy duro; me fui a vivir a casa de mis padres, cosa q

LA DESCENDENCIA

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Cuando llegas a una determinada edad y tienes pareja estable, la gente se vuelve loca. Sí, loca de remate. Es como si una especie de parásito se instalara en su cerebro cuya única misión es la de recordarte que ya es hora de que tengas descendencia. Y erre que erre que erre. “¿Cuándo os vais a animar?” “¿Ya estaréis pensando en tener hijos, no? ¡Que se os pasa el arroz!” “Que vuestros padres querrán ser abuelos”, son las frases top ten del momento. Yo me lo tomo con humor, aunque en el fondo me desborde. ¿Por qué se da por hecho que todos los seres humanos en este planeta queremos tener descendencia? ¿La gente no se para a pensar que no todo el mundo quiere tener hijos? ¿Que ni siquiera es deseable? No sólo porque ya haya demasiados seres humanos poblando la Tierra y arrasando con sus recursos, sino porque una persona no siempre está capacitada para cuidar de esas pequeñas criaturas llamadas niños.  Yo me considero una de ellas. Bueno, creo que sí soy capaz de cuidar a un niño

RUPTURA

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Destrucciones hubo varias antes de que se produjera la más radical y dramática de todas: la de nuestra relación.  Yo no estaba bien; todo mi ser se encontraba revuelto, como cuando montas en barco y te mareas irremediablemente y sabes que no puedes hacer nada por dejar de sentirte así. Solo esperar a que el incesante oleaje cese, cosa que únicamente ocurre cuando llegas a tierra.  Eso era lo que yo necesitaba, llegar a tierra. Pero me encontraba en plena tempestad. Hacía tiempo que no conseguía mantener cierta estabilidad con P. Me exaltaba a la mínima y casi nunca nada me parecía bien. Después del incidente del transporte al aeropuerto, no podía ni oír hablar de sus padres y cada cosa que hacía P. con ellos me parecía un acto de connivencia y de traición total (aunque en el fondo no lo fuera). Por primera vez en mi vida supe lo que era odiar y me di cuenta de que hasta entonces nunca lo había experimentado.  La cotidianidad estaba marcada por mi mal humor y mis re

ORGULLO

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Hoy hago un paréntesis en la serie de entradas dedicadas a mis suegros para comentaros un desbordamiento reciente. Estaba leyendo el periódico y me encuentro con el comentario de un socio publicado en una de las noticias que hablaban sobre las actividades de la semana del Orgullo. En él decía que a qué viene tanta reivindicación, que si no nos damos cuenta de que uno, si se siente bien consigo mismo, no necesita llamar la atención como lo hacemos nosotros, que era un completo despropósito.  Aunque este señor se expresaba con bastante crudeza y ranciedad, creo que esta creencia, un poco más suavizada, la conserva aún gran parte de la población. Y a mí me exaspera y me genera un hartazgo inusitado. ¿De verdad todavía hay gente que cree que las personas que pertenecemos a la comunidad LGTBIQ tenemos una especie de complejo de inferioridad causante de que necesitemos soltar a los cuatro vientos que nos sentimos orgullosos de ser como somos? ¡Bufff, qué grave error!  Explicar

ESTALLIDO

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Mi mayor desbordamiento, aquel en el que me convertí en algo monstruoso, grotesco y casi sobrenatural, ocurrió unos cinco o seis años después de que mi pareja, P., y yo comenzáramos nuestra relación. Durante esos años, sus padres habían seguido con su boicot sistemático que consistía sobre todo en ignorar nuestra relación y en poner malas caras cuando P. me nombraba o nombraba algo relacionado con lo nuestro. Esto tenía unas repercusiones brutales en P., que aún no había podido superar el rechazo de sus padres y que encima se esforzaba por recuperar su amor. Sus esfuerzos eran titánicos, y sistemáticamente se topaba con la misma pared; por mucho que hiciera, nunca conseguía nada de nada. Y eso le pasó factura. Se acercaban las Navidades y unos familiares de P. estaban en la ciudad visitando a mis suegros. Estos, cual viles traidores, les habían contado una mentira para que no supieran que nuestra relación existía. Y P. no se sentía con fuerzas para desmentirla; igual que no se

EL ORIGEN

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Desbordamiento, no, lo siguiente. ¿Qué sería lo siguiente? ¿Inundación, diluvio, torrente? Podría ser cualquiera de esas cosas o, mejor aún, TODAS JUNTAS.  En apariencia, siempre he sido una persona muy tranquila. A excepción de algún que otro estallido iracundo en mi infancia, y alguno que otro más en mi adolescencia, nunca he acostumbrado a desbordarme. Siempre he mantenido la calma y he superado la indignación y el malestar con otros mecanismos que nada tenían que ver con la rabia.  Sin embargo, en un momento de mi vida mi indignación fue tal que los mecanismos que me habían servido hasta entonces, dejaron de hacerlo. Me saturé de irritación hasta límites insospechados. ¿Por qué? La respuesta: mis suegros. Llevo más de diez años con mi pareja, P. Y desde el momento en el que se enteraron de lo nuestro, lo odiaron. ¿La razón? Me consideraban una persona depravada, peligrosa, profundamente inadecuada. Y, por haberme escogido y amarme, mi pareja sufrió un desprecio